SANDRA
ROJA, MI NIETA PREFERIDA
Escrito por: Mónica Arcila Restrepo
inspirada en el cuento clásico Caperucita Roja.
inspirada en el cuento clásico Caperucita Roja.
Siendo yo, Carmen,
la abuelita de Sandra Roja y de otros nietos, un día de domingo
cualquiera, me trasladé desde la ciudad, donde vivía cómodamente en un lujoso
apartamento, hacia el campo de las espectaculares montañas suizas. Contraté un camión de mudanzas y llevaron todos
mis chécheres, muebles, álbumes de fotos, porcelanas, ropa, comida y hasta el
recuerdo de mí adorado difunto esposo Gabriel. Yo lo llamaba mi ángel Gabriel,
porque contemplaba a nuestros hijos y nietos, en especial, a Sandra Roja, mi
nieta preferida. Sandra Roja tenía siete años. Era morena, gordita, encantadora
en su forma de ser, juguetona con sus hermanitos y quizás, un poco rebelde para
su edad. Cuando mis hijos y nietos se enteraron de que yo iba a vivir en las
montañas, todos, sin excepción, me apoyaron con decisión, por la verdadera
tranquilidad que se respiraba en el ambiente y en el campo suizo. Los días
siguientes a mi llegada a la casa de campo, escuchaba constantemente las campanas
de las vacas, que se movían graciosamente. El campo estaba florecido con bellísimas margaritas
amarillas, tan delicadas como mis dulces expectativas, por vivir el momento. Allí habitaban campesinos que ordeñaban las vacas para producir el
yogur y los quesos. También habían fábricas de
chocolates tan deliciosos, que hasta me deleitaba con ellos. Así pasaron
semanas y la primera nieta en visitarme fue Sandra Roja con su mamá Carolina. Ellas llegaron un domingo de Pascua, a mi cabaña de
madera inmunizada. Ambas admiraban mi hogar y se alegraban de tanta
belleza alrededor. Me llevaron unas galletas de macadamia con chips
de chocolate, riquísimas para mi paladar. También, llevaron una cesta de frutas
rojas con un moño adherido a la agarradera. Me alegré tanto, que no podía
disimular mi encanto con la visita, porque estas últimas semanas las había
disfrutado con la naturaleza y los
animales, pero no con mi familia. Estábamos conversando,
cuando, de repente, escuchamos que tocaron a la puerta. Preguntamos quién era y
resultó que llegaba el lobo de mi nieto. Tenía quince años, cabello largo y
uñas largas descuidadas y, se había vuelto
rebelde últimamente con la familia. Se llamaba Juan. Era malo y atacaba, con
sus palabras y golpes, a Sandra Roja, cada vez que tenía la oportunidad. Pero
Carolina y yo lo controlábamos siempre que podíamos. Ese día que llegó a mi
cabaña, Juan decidió aceptar ir al reformatorio donde lo obligarían a cortarse
el cabello y las uñas. También lo aconsejarían para que cambiara su rebeldía
por mansedumbre. La visita fue larga y agradable. Carolina, Sandra y Juan, se marcharon ese domingo de Pascua con muchos huevos y conejos de chocolate.
Yo, Carmen, quedé asombrada de lo importante que
era la familia e invité a todos a que pasaran una semana de vacaciones en mi
cabaña. La visita fue algo muy especial para mí, la semana siguiente. Era
primavera y todos los árboles y jardines estaban florecidos, junto con el sol
radiante de esos días. En la noche, comimos fondue de chocolate, de queso y vino blanco y de
carne con salsas. Pasó el tiempo y el
último día de hospedaje en mi cabaña, escuchamos un aullido de un lobo feroz
que se encontraba cerca de allí. Todos nos asustamos, el esposo de Carolina
tomó una escopeta y salió en busca del lobo. Para nuestra gran sorpresa, el
lobo estaba detrás de la puerta principal e intentó atacarnos, pero mi yerno le
disparó sin piedad y lo mató.
Esa semana de primavera,
escuchamos, en las noticias, que un lobo feroz, había atacado al dueño de una
cabaña cercana y lo había devorado. Se ofrecía una recompensa muy grande de
dinero al que lo encontrara y lo matara. Cuando fuimos todos por la recompensa,
casi nos desmayamos. Era una gran suma de dinero y con ella decidimos ofrecerle
una misa al señor que había sido devorado por el lobo. A su familia le dimos
parte de la recompensa. La otra parte la utilizamos para crear una empresa de
chocolates, cuyas ganancias por sus ventas, irían directamente a beneficio de
los niños hambrientos, desprotegidos y pobres del continente de África. Siempre
vivimos emocionados por colaborar con una bella causa.
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