domingo, 20 de abril de 2014

Sandra Roja, mi nieta preferida...un cuento de Pascua que escribí.



SANDRA ROJA, MI NIETA PREFERIDA
Escrito por: Mónica Arcila Restrepo 
inspirada en el cuento clásico Caperucita Roja.

Siendo yo, Carmen,  la abuelita de Sandra Roja y de otros nietos, un día de domingo cualquiera, me trasladé desde la ciudad, donde vivía cómodamente en un lujoso apartamento, hacia el campo de las espectaculares montañas suizas. Contraté un camión de mudanzas y llevaron todos mis chécheres, muebles, álbumes de fotos, porcelanas, ropa, comida y hasta el recuerdo de mí adorado difunto esposo Gabriel. Yo lo llamaba mi ángel Gabriel, porque contemplaba a nuestros hijos y nietos, en especial, a Sandra Roja, mi nieta preferida. Sandra Roja tenía siete años. Era morena, gordita, encantadora en su forma de ser, juguetona con sus hermanitos y quizás, un poco rebelde para su edad. Cuando mis hijos y nietos se enteraron de que yo iba a vivir en las montañas, todos, sin excepción, me apoyaron con decisión, por la verdadera tranquilidad que se respiraba en el ambiente y en el campo suizo. Los días siguientes a mi llegada a la casa de campo, escuchaba constantemente las campanas de las vacas, que se movían graciosamente. El campo estaba  florecido con bellísimas margaritas amarillas, tan delicadas como mis dulces expectativas, por vivir el momento. Allí habitaban campesinos que ordeñaban las vacas para producir el yogur y los quesos. También habían fábricas de chocolates tan deliciosos, que hasta me deleitaba con ellos. Así pasaron semanas y la primera nieta en visitarme fue Sandra Roja con su mamá Carolina. Ellas llegaron un domingo de Pascua, a mi cabaña de madera inmunizada. Ambas admiraban mi hogar y se alegraban de tanta belleza alrededor. Me llevaron unas galletas de macadamia con chips de chocolate, riquísimas para mi paladar. También, llevaron una cesta de frutas rojas con un moño adherido a la agarradera. Me alegré tanto, que no podía disimular mi encanto con la visita, porque estas últimas semanas las había disfrutado con la naturaleza  y los animales, pero no con mi familia. Estábamos conversando, cuando, de repente, escuchamos que tocaron a la puerta. Preguntamos quién era y resultó que llegaba el lobo de mi nieto. Tenía quince años, cabello largo y uñas largas descuidadas  y, se había vuelto rebelde últimamente con la familia. Se llamaba Juan. Era malo y atacaba, con sus palabras y golpes, a Sandra Roja, cada vez que tenía la oportunidad. Pero Carolina y yo lo controlábamos siempre que podíamos. Ese día que llegó a mi cabaña, Juan decidió aceptar ir al reformatorio donde lo obligarían a cortarse el cabello y las uñas. También lo aconsejarían para que cambiara su rebeldía por mansedumbre. La visita fue larga y agradable. Carolina, Sandra y Juan, se marcharon ese domingo de Pascua con muchos huevos y conejos de chocolate.

Yo, Carmen, quedé asombrada de lo importante que era la familia e invité a todos a que pasaran una semana de vacaciones en mi cabaña. La visita fue algo muy especial para mí, la semana siguiente. Era primavera y todos los árboles y jardines estaban florecidos, junto con el sol radiante de esos días. En la noche, comimos fondue de chocolate, de queso y vino blanco y de carne con salsas. Pasó el tiempo y el último día de hospedaje en mi cabaña, escuchamos un aullido de un lobo feroz que se encontraba cerca de allí. Todos nos asustamos, el esposo de Carolina tomó una escopeta y salió en busca del lobo. Para nuestra gran sorpresa, el lobo estaba detrás de la puerta principal e intentó atacarnos, pero mi yerno le disparó sin piedad y lo mató. 

Esa semana de primavera, escuchamos, en las noticias, que un lobo feroz, había atacado al dueño de una cabaña cercana y lo había devorado. Se ofrecía una recompensa muy grande de dinero al que lo encontrara y lo matara. Cuando fuimos todos por la recompensa, casi nos desmayamos. Era una gran suma de dinero y con ella decidimos ofrecerle una misa al señor que había sido devorado por el lobo. A su familia le dimos parte de la recompensa. La otra parte la utilizamos para crear una empresa de chocolates, cuyas ganancias por sus ventas, irían directamente a beneficio de los niños hambrientos, desprotegidos y pobres del continente de África. Siempre vivimos emocionados por colaborar con una bella causa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Caligrafía Mónica Arcila Restrepo

Caligrafía Mónica Arcila Restrepo
Letras hechas con una regla y marcadores