Cuando me inspiro y estoy muy sensible, aprovecho cada instante en mi
escritorio, lugar preferido para escribir. Tengo una ventana abierta a la
naturaleza por donde circula el aire y la luz. Veo a mi izquierda un árbol
gigante con sus hojas verdes y frescas. Estas hojas se caen en cierto tiempo y
vuelven a nacer. El aire que entra por mi ventana es el resultado de la
libertad que tiene el viento. Así es mi libertad al escribir, el viento
refresca mi rostro y hace que yo suelte las riendas de la imaginación y la
inspiración, para llenar una hoja en blanco. En otros momentos que estoy sensible,
aprovecho que mi pluma fluya y navegue a través de mi deseo por elaborar un
lindo poema o texto. El computador también es mi amigo a la hora de escribir en esta era tecnológica.
Cuando viajé a conocer la nieve, descubrí que era espectacular, toqué la
delicada y blanca expresión del frío invierno. Jugué con la nieve y enterré mis
botas largas dentro de esta. Más tarde escribí “Estaciones con Emociones” un
poema dedicado a la nieve y el título de mi segundo libro de poemas.
Cuando conocí el otoño, llevé una grabadora de periodista en la que
detallé lo que veía y me impactaba. Grabé mi voz y luego lo que oía lo escribía
en una libreta. Cuando espero que la musa llegue o se despierte, disfruto más mi poesía y
mis creaciones. Ejercitar la escritura también es importante.
Cuando soy un ser sensible y observador, dedico mis horas a detallar el instante o momento que me
emociona. Por lo tanto la poesía libre es capaz de satisfacer la esperanza de contemplar la belleza de la naturaleza, lo más lindo o lo más triste. Al
escuchar baladas y música Pop en español o en inglés y hasta instrumental como el saxofón
soprano de Kenny G, me concentro en escribir con ritmo y libertad de expresar
lo que siento sin que nadie me tenga que juzgar. Uno escribe porque sí, porque
lo disfruta, porque hay un desahogo de sentimientos, porque tiene facilidad,
porque es su hobbie, porque puede compartir con los demás sus escritos, porque
los puede publicar posiblemente. Uno escribe en cualquier momento valioso o
encantador. Uno escribe para organizar sus ideas y su mente. Uno escribe para
congelar un momento agradable o triste. Uno escribe para volver a vivir ese
instante que se vivió, para grabar con palabras emotivas la evocación de las
experiencias tenidas.
Por todo lo anterior, busquemos la inspiración siendo positivos de
pensamiento, siendo amable con la gente que está a nuestro alrededor, siendo
una vez más el recuerdo vivo de la infancia y adolescencia cuando eramos tan
creativos y sensibles. Busquemos palabras que suenen bien y signifiquen mucho
para nosotros. Permitamos que la pluma nos guíe.
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